
UNAS FOTOS... EN LA CIUDAD DE SYLVIA / EN LA CIUDAD DE SYLVIA. Con la llegada del digital era necesario volver a los orígenes. En Unas fotos... en la ciudad de Sylvia (2005), José Luis Guerín retrocede más de un siglo y se encuentra con el estado primigenio del cine, la fotografía. Registrar lo fugitivo. El filme tiene un fuerte carácter personal. Hace unos veinte años, Guerín conoció en un café de Estrasburgo a una joven llamada Sylvia. Dos décadas después, de ella conserva únicamente un posavasos con la dirección de una librería y una caja de cerillas. Decide buscarla. Recorre todos aquellos lugares donde pudiera estar. Mientras, va fotografiando las mujeres que se encuentra en el trayecto. Estrasburgo, Bolonia, Lisboa. La búsqueda de Sylvia enlaza con un ideal romántico que se remonta a Petrarca o Dante e incluso Marcel Proust. Hace falta soñar. Soñar el espacio entre dos fotogramas. Ahora, más que nunca, nace el cine después de las Histoire(s) de Godard. Unas fotos... se convirtió en ficción: En la ciudad de Sylvia (2007), compuesto a partir de leitmotivs hitchcockianos y otros elementos míticos de la Historia del Cine: La ventana indiscreta, Vértigo, un tranvía (el tren, de Lumière a Hou), Cuatro noches de un soñador. Todo lo contrario a la intención de Guerín. Durante la hermosa escena del café, y mediante una utilización maestra de las capas de visión por parte del cineasta (montar en el mismo plano: inmenso), el protagonista no cesa de buscar en todas las mujeres el rostro de aquella que conoció una vez. Cada una de ellas lleva consigo una historia, una posibilidad de ficción. Al final se decidirá por una. Entonces, el JLG español nos brinda los más bellos retratos que nunca hayamos podido ver de Pilar López de Ayala. Todo esto (y más) en dos masterpieces que forman la búsqueda más monumental de la Historia del cine nacional.
o
(*) La Voz de Asturias, miércoles 28 de noviembre de 2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario