
GHOSTS OF CITÉ SOLEIL es un documental danés que se desarrolla en el conflictivo barrio del título situado en Puerto Príncipe, la capital de Haití. Los enfrentamientos entre bandas rivales están allí a la orden del día. En el centro de la película, dos hermanos: 2pac (el de Cité Soleil, que no el estadounidense) y Bily; entre ellos dos personajes que los separan: el presidente Jean Bertrand Aristide (sacerdote excomulgado por su filiación a la Teología de la Liberación), y una trabajadora social francesa deseada por ambos. El primero de ellos con cualidades en el mundo del hip hop, el segundo con ambiciones políticas. En un momento de la película se nos muestra la gran esperanza de 2pac (como la mayoría de los miembros del barrio): el exterior. Mientras mantiene una conversación al teléfono con Wyclef Jean, el joven le interpreta uno de los temas que acaba de componer. Los lazos hacia la tierra prometida son la única posibilidad de prosperidad para los habitantes de Cité Soleil. De la misma manera actúa Bily, pero buscando su destino en el mismo Haití. Ghosts Of Cité Soleil no da todo lo que se espera de ella. Busca siempre los caminos fáciles y la película acaba cayendo del lado del sensacionalismo. La supuesta urgencia que traslada a la película el cineasta danés Asger Leth acaba convirtiéndose en una hiperrealidad falsa y en ocasiones sospechosamente calculada. Tampoco ayuda nada los constantes cortes que acercan la película al estilo videoclipero. Los planos parecen ametrallados, algo que evidencia la artificialidad de un filme que parece salido de las fauces de la MTV o similares, con una estética no muy lejana de las imágenes que puede crear un director con un estilo tan publicitario como Tony Scott (imagen quemada, planos desde helicópteros y demás metralla epiléptica). Precisamente es el documental el formato de la espera, algo que Leth no parece comprender muy bien, intentando llevar el filme al terreno del docudrama simplón. En cuanto a la actitud política de la película, parece no tenerla. Tan solo le interesa el suceso escalofriante, la violencia. También resulta bastante cuestionable la introducción de las imágenes de los niños que no son más que la constatación de los procesos maniqueos que lleva a cabo el cineasta danés.
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(*) La Voz de Asturias, martes 27 de noviembre de 2007
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