
JUNO. Ayer se presentó dentro de la Sección Oficial del Festival de Gijón Juno, la nueva película de Jason Reitman, hijo de Ivan, aquel que dirigiera algunas de las comedias más populares de los ochenta y noventa. La película de Reitman-hijo no deja de ser otro producto más con perfil Sundance, pero ésta vez con envoltura de modernilla. Precisamente es ésta, a todas luces intrascendente, lo que cautiva al espectador actual. Títulos de crédito que simulan las formas típicas del cómic, música inmersa en el océano del gafapastismo, reparto repleto de jóvenes promesas que proceden de un tipo de cine al margen de Hollywood (Hard Candy, Supersalidos, las series Alias y The Office), diálogos contagiados por el facilón efecto House (que últimamente está presente no sólo en buena parte del ámbito televisivo sino también en algunas de las películas ¿indies? recientes: la maníquea Pequeña Miss Sunshine). De hecho, el final del filme, de una empalagosidad extrema, no hace más que aclarar el lugar que ocupa la película en el interior de la industria americana, el de un tipo de cine que se desarrolla en el ámbito circundante al independiente de Sundance y que a la vez tiene la suficiente corrección para agradar en Hollywood. Una tendencia que demuestra la cada vez más dispersa frontera entre el cine independiente y el industrial donde el verdadero escalón estaría entre el cine americano estándar y las superproducciones, éstas últimas cada vez más de lleno en el mundo de las atracciones.
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(*) La Voz de Asturias, lunes 26 de noviembre de 2007
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