16.3.08

 
La candidez revelada
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COEURS. Desbordado por el torrente de emociones que suscita el último filme de Alain Resnais, resulta bien difícil escribir algo coherente sin caer en banales descripciones reiterativas. Se ha escrito mucho sobre el tema. La nieve inunda todo el metraje, hasta el punto de convertirse en el recurso formal que da entidad a la película. Hay nieve en las calles, en los interiores y entre los planos, nieve hasta en la televisión. Los espacios de Coeurs (o Asuntos privados en lugares públicos como se llama en España) están dispuestos en compartimentos que a su vez se dividen cada uno en dos, separados por tabiques, cristales o marcos de puertas. Dentro de ese gran hormiguero que es el filme de Resnais, destacan sus habitantes, actores todos ellos enormes. Dussolier en una inmobiliaria, con Azéma de compañera, que a su vez cuida a un impedido Claude Rich (que se pasa toda la película en off tras una pared) quien es padre de Arditi, el cual regenta un bar que frecuenta un alcohólico triste interpretado por Lambert Wilson, que está a punto de separarse de Laura Morante a pesar de buscar piso, el cual y para volver al comienzo les es mostrado por André Dussolier.

Pero hay un apéndice, Isabelle Carré, el as que Resnais se guarda en la manga. Isabelle incorpora a Gaëlle, la joven hermana de Dussolier. Organiza sus citas por Internet, pero siempre vuelve a casa triste ante la ausencia del pretendiente. Hacia la mitad del filme Resnais nos descubre el secreto, de Rossellini a Kiarostami, la revelación. Aparece Lambert Wilson. Movimiento de fichas en el tablero y sorpresivo giro emocional en la geografía sentimental de Coeurs. Pero no se trata únicamente de una artimaña de guión. Si algo aprendimos en películas como Stromboli o El rayo verde es la verdad de las emociones que revelan los gestos de los actores. Con esa “aparición” el rostro de Isabelle Carré cambia considerablemente, en ella apreciamos una cierta candidez inesperada, verdadero síntoma de un estado de felicidad. Si hay otro factor clave en Coeurs además de la “ordenación del espacio” es la utilización de las voces, memorable es el comienzo del film, con el “Petit!” que pronuncia Laura Morante referiendose al inmueble que le muestra Dussolier. Pero, volviendo a la Carré, habíamos ya descubierto su bella entonación en un film de Noémie Lvovsky, Les sentiments, sus movimientos gráciles y su interacción fuertemente sentimental con el resto de los actores que la acompañan en escena, un juego con el cuerpo que se remonta a la tradición del slapstick y de la que es una de las pocas profesantes (recordemos aquí también a Anna Faris en la injustamente ninguneada Smiley Face). En Coeurs, Isabelle aparece más contenida, toda su interpretación debe concentrarse en leves gestos y en una dicción perfecta que refleje las emociones de Gaëlle. Es algo difícil para un actor cuando se ve desposeído de sus más valiosos instrumentos, pero resulta algo memorable, este es el caso, cuando el intérprete sale reforzado. El espectador se vuelve vulnerable ante sus gestos faciales, ante su sonrisa. Es la belleza de la que hablaba Godard en El desprecio, la que se mantiene en el aire, entre el cielo y lo terrenal. Cuestión de gravedad. Un misterio. Ahora, y hasta encontrar un nuevo hallazgo de lo real (una simple sonrisa) en medio de una ficción, y para seguir con Godard, podríamos decir que Isabelle Carré es la más bella de las actrices, o al menos, la más bella en tanto que real. Con su juego detrás de esa ilusión óptica que es el cine logramos alcanzar a ver como emerge algo de verdadero. Y cuando digo esto último no me refiero a una capacidad de verosimilitud inherente a una película o escena determinadas. No es algo como la vida, es la vida. Hay vida tras las imágenes de Coeurs y eso es lo que hay que celebrar en este gran retorno de Resnais. Una simple sonrisa, bello detalle y bella emoción.

No solo está la Carré, estamos acostumbrados a salir deslumbrados de cada escena en la que aparece Sabine Azéma. De hecho, hay películas que valen la pena solo porque sale ella, sin ir muy lejos en el tiempo, Pintar o hacer el amor el último filme de los Larrieu, y unas cuantas de las últimas de Resnais. Su sonrisa, igualmente bella, esconde sorprendentes y chocantes turbulencias en Coeurs. Está también Laura Morante, imperativa y apoyo magnífico para la propulsión de Lambert Wilson, el cual, a su vez se entiende magníficamente con Pierre Arditi, otro actor excepcional. Como André Dussolier, que se muestra intensamente juguetón e infantil en un enorme tour de force constante con la Azéma. La capacidad actoral del elenco de Coeurs no solo se convierte en eje motor sino que crea en cada escena del filme, en cada interpretación, puntos de fuga que llevan hacia el infinito, que sobrepasan el tejido de la película. Grande es el filme de Resnais, que puede mirarse frente a Hiroshima, Marienbad o Muriel sin tener que bajar ningún peldaño.

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