
EL OTRO. La segunda película de Ariel Rotter lleva por título El otro. Se desarrolla en una Argentina sonámbula, habitada por muertos en vida, que funciona como espejo de la inestabilidad del país en los albores del nuevo siglo. Se trata de un filme sostenido alrededor de un actor, Julio Chávez. El personaje que éste interpreta camina por los espacios de la película reemplazando al otro, a los otros más bien. Libre de ataduras, vacía su verdadera personalidad y se introduce en la piel de los desconocidos. Está liberado y a partir de ésta libertad, vaga por la película sin ningún tipo de limitaciones. El trayecto le llevará a encuentros furtivos y a un estado de ansiedad cada vez más al límite. No descubrirá los verdaderos peligros de suplantar al otro hasta que se encuentre con los condicionantes que esto supone.
La película es esquelética, desnuda, reducida a lo más simple. El camino que sigue el protagonista parece no tener ningún destino y está sometido al mero ritual de movimientos en el espacio. Persecuciones que funcionan bifurcadas por un espejo, primero él persigue a la chica, luego es perseguido por la misma para finalmente acabar en un encuentro sexual entre ambos. Elementos internos que funcionan como ecos. Primero el hombre muerto en el autobús (será el punto de partida para la experiencia suplantatoria del protagonista) para acabar con una mujer muerta que vuelve a la vida (que funciona como final del trayecto de este otro). Cabe destacar la gran importancia del sonido en el interior del filme: pasos que se alargan hasta el infinito, sonido tembloroso de un autobús, diálogos fuera del cuadro e incluso en los títulos de crédito. El otro ha desaparecido, pero el niño anunciado del final terminará ocupando este espacio.
La película es esquelética, desnuda, reducida a lo más simple. El camino que sigue el protagonista parece no tener ningún destino y está sometido al mero ritual de movimientos en el espacio. Persecuciones que funcionan bifurcadas por un espejo, primero él persigue a la chica, luego es perseguido por la misma para finalmente acabar en un encuentro sexual entre ambos. Elementos internos que funcionan como ecos. Primero el hombre muerto en el autobús (será el punto de partida para la experiencia suplantatoria del protagonista) para acabar con una mujer muerta que vuelve a la vida (que funciona como final del trayecto de este otro). Cabe destacar la gran importancia del sonido en el interior del filme: pasos que se alargan hasta el infinito, sonido tembloroso de un autobús, diálogos fuera del cuadro e incluso en los títulos de crédito. El otro ha desaparecido, pero el niño anunciado del final terminará ocupando este espacio.
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(*) La Voz de Asturias, viernes 30 de noviembre de 2007
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