
SMILEY FACE. Después de convertirse en uno de los referentes independientes de los noventa, de demostrar sus grandes aptitudes como filmador de planos, Araki realiza una aparentemente pequeña película sobre la odisea surrelista de una joven. Smiley Face es un “viaje”, en los dos sentidos; es la muestra de que a partir de una palabra se puede desarrollar un filme. Por una parte, es un trip psicotrópico sostenido alrededor de una magnífica actriz, Anna Faris, la protagonista de la saga Scary Movie, pero que también estaba en películas como Lost In Translation o Brokeback Mountain. De otro lado, es un viaje fílmico, dividido en varios episodios que se convierten en laberintos que ha de atravesar la protagonista en el que resuenan los ecos del ¡Jo, qué noche! de Scorsese. Al final, la película acaba evidenciando su condición de viaje psicológico, en el cual se introducen diversas texturas discordantes en forma de alucinaciones. Smiley Face es también un intenso y emocionante intento de trasladar el slapstick no solo al interior de la obra de Gregg Araki sino también en el seno del cine independiente americano demasiado estancado últimamente en fórmulas engañosas basadas en los efectos de guión. Una reivindicación de la imagen y el sonido alrededor de una bandeja de tartas de marihuana.
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